jueves, 20 de enero de 2011

ARTE ISLÁMICO. LA MEZQUITA DE CÓRDOBA


   Estructura de la Mezquita
    

La decoración en el arte islámico


El deseo de esconder el cuerpo de la construcción se adivina en toda la arquitectura del Islam.
El arte musulmán tendió a conjugar los elementos estructurales con los ornamentales, tendió al ilusionismo más radical por el que las cosas no aparentaban ser lo que eran.

Todos los motivos decorativos se utilizan formando series continuas ininterrumpidas con arreglo a ese sentido de lo infinito tan desarrollado entre los pueblos orientales y que, dentro del arte islámico, responde a la estética del “horror vacui”.
En el mundo árabe no se concibe la idea de dejar sin cubrir ningún elemento estructural del edificio, arcos, bóvedas, paredes, todos ellos se cuajan de formas decorativas que los enmascaran. Se trata de jugar con un mismo módulo que se va repitiendo sin cesar hasta cubrir toda la superficie. Una línea enlaza con otra, se entrecruzan, tejiéndose una malla que recubre paramentos completos, espacios que crean juegos de luces y sombras a través de sus líneas, como en el caso de las celosías. Decoración que otorga belleza a todo tipo de material, mármol, madera, piedra, yeso, cerámica.
La decoración forma una segunda arquitectura, envolvente, en el interior de los edificios.
Decoración de ataurique y epigráfica
Elementos constructivos
Tipos de arcos
El arquitecto, el artista y el artesano
En el mundo islámico las bellas artes actuales así como la arquitectura eran consideradas como un trabajo manual. Ejercer un oficio no tenía consideración social, aunque Mahoma tuvo siempre palabras de alabanza para aquellos que realizaban su trabajo con dignidad: “Dios ama al comerciante honrado y al artesano activo y leal porque Él es sabio”.
El trabajo artesano que junto al honor y la fe era una fuente de felicidad, estaba extremadamente especializado.. Aunque los conocimientos técnicos fuesen muy concretos, la formación de los artesanos se consideraba muy importante. Ibn Jaldun afirmaba: “Para desempeñar un oficio resulta imprescindible haber aprendido antes de un maestro. Un trabajo artesanal es actividad que necesita práctica y reflexión. Como constituye una técnica específica y material se ha de acceder a ella a través de los sentidos. Por esto su aprendizaje resulta más provechoso si se recibe por transmisión directa.”
La perfección que se buscaba en el ejercicio del oficio dio lugar a la aparición de ordenanzas para mantener la calidad de los productos. Una hisba del siglo XIV se refiere a ello: “Los trabajadores no deben asociarse contra el público. Los albañiles tienen que jurar que no aceptarán sobornos o regalos de los que fabrican la cal y el yeso y que quieren asegurarse su consentimiento cuando la cal ha sido insuficientemente quemada o es de mala calidad.”
Entre los artesanos, los pintores y los escultores llegaron a alcanzar una cierta distinción, aunque siempre por debajo de los calígrafos.
Los arquitectos iniciaban su formación como canteros o en otras artes (orfebre, ceramista, ebanista, etc.) y, si eran hábiles en el campo de las matemáticas o en el de la geometría, llegaban a dirigir la construcción de una obra.

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