jueves, 27 de agosto de 2015

OCTAVE MIRBEAU Y VAN GOGH: "EN EL CIELO"


Después de algún tiempo retomo el ciclo de entradas que relacionan el arte con la literatura. De nuevo la colaboración de “O Curioso Impertinente” hace que rescate del olvido  la significativa complicidad de las palabras con la imagen.
Transcribo el texto que me envió acerca de un libro de Octave Mirbeau, “En el cielo”.
“Case o mesmo tempo que iniciabas o ciclo sobre Van Gogh, recibín este libro que, pola ilustración da capa (detalle de “O CEO ESTRELADO), engrosará a lista de IMÁGENES Y PALABRAS; polo seu contido ten perfecta cabida na pescuda que propós na última entrada. 
A novela con estructura de caixa chinesca, presenta tres relatos que encaixan uns nos outros e resulta unha obra moi valorada na actualidade, non así no seu tempo, pola sús modernidade narrativa.Conta a peripecia vital e artística de Lucien, un innovador pintor inspirado claramente en Van Gogh ó que se atribúe unhaNoite estrelada”, personaxe torturada da que se serve o autor para amosar a traxedia do artista: a frustración e o sofremento ante a incapacidade de levar á tela a súa visionaria creación ideal.
“…¡Soy un cerdo…! ¡Un miserable cabrón…! ¡Y pensar que sin embargo lo siento!, ¡que lo comprendo…!, ¡y que jamás podré expresarlo…!, y que jamás podré expresar nada, nada de nada…” 


Octave Mirbeau, escritor polifacético, foi tamen un respetado crítico de arte, valedor de Pissarro, Claude Monet, Félix Vallotton ou Rodin e “descobridor”, en boa medida de Maillol, Utrillo e do propio Van Gogh, de quen posuía dous cadros: “OS LIRIOS” e “OS XIRASOLES”. 
VAN GOGH: "Los girasoles", 1888
"EN EL CIELO"
 "En el cielo" se publicó en 27 capítulos de folletín en las columnas de L’Écho de París, entre el 20 de septiembre de 1892 y el 2 de mayo de 1893, despertando con ella la admiración de Camille Pissarro y Marcel Schwob. A pesar de ello el novelista no creyó que era lo suficientemente digna para recogerla en un volumen. Quizá también por la imagen aparentemente negativa que daba de un pintor innovador inspirado en Vincent Van Gogh de quién había adquirido dos cuadros. 
El mismo comentaba a Monet: “Me siento cada vez más asqueado de la inferioridad de la novela como modo de expresión. Aun simplificándolo”, como lo han intentado sobre todo los naturalistas, “el punto de vista novelesco sigue siendo algo muy bajo y, en el fondo, muy vulgar; y la naturaleza me da cada día un asco más profundo, más invencible, como de cosa mezquina”.
Fue por tanto una novela inédita en volumen hasta 1989.
Tomo estas notas siguiendo uno de los artículos de PIERRE MICHEL (profesor y académico especializado en la obra de Octave Mirbeau y su biógrafo). 
Para P. Michel "En el cielo" es una obra de sorprendente modernidad, y tal vez precisamente porque Mirbeau renunció a corregirla y a hacerla entrar por la fuerza en uno de esos moldes novelescos que él consideraba incorregiblemente vulgares. 
En primer lugar es una novela en abismo (los relatos se encajan unos en otros y hay tres yo diferentes) que rompe con toda preocupación por el realismo y manifiesta un desprecio total por las reglas   habituales de composición: el relato no obedece a un rígido orden lógico  o cronológico, y deteniéndose abruptamente, sin retorno al primer narrador, da la impresión de no haber sido terminada.
(...) "En el cielo" expresa además una concepción pre-existencialista de la condición humana, muy pesimista.
(...) A través del caso emblemático de Lucien -un pintor al que atribuye las obras de Van Gogh, especialmente "La noche estrellada", Mirbeau trata por último de la tragedia del artista. El artista exigente que ve el mundo con sus propios ojos en lugar de contentarse con la rutina académica o con producir para el mercado, abocado a correr eternamente tras un ideal que se le hurta una y otra vez porque los medios de que dispone, su cerebro y su mano “culpable”, jamás logran la altura del ideal.
(...) Sin duda este extraño objeto literario de contornos borrosos que es En el cielo habría sido mal recibido por la crítica misoneísta y retrógrada de 1893. En cambio más de un siglo después de su redacción el libro revela toda -o casi toda- su oscura fascinación." PIERRE MICHEL
Entre los artículos dedicados al libro de Mirbeau destaco uno de Calvo Serraller.
"Como en las dos grandes novelas francesas del siglo XIX sobre pintores, “La obra maestra desconocida”, de Balzac, y “La obra”, de E. Zola, también signadas por el fracaso y la muerte, en ésta de Mirbeau el problema no es tanto o no es sólo la "incomprensión" social, sino la fiebre solitaria que consume al creador frente a la plenitud vacía que lo rodea. En suma, su ensimismamiento salvaje. Abordada la figura de Lucien como en escorzo, puesto que el testimonio de las peripecias de éste nos lo proporciona en primera persona un amigo sensible, al que le falta la suficiente energía como para encarar el desarrollo de su propio talento literario y ha de conformarse con relatar la pasión del otro, el tono de “En el cielo” es de un siniestro azul de Prusia, muy al estilo de la deprimente hiperestesia del pesimismo fin de siglo. Mirbeau conoció, coleccionó y defendió la obra de Van Gogh, pero, al margen de los rasgos personales y estéticos que tomó de éste para dar vida a su Lucien, yo no creo que estemos ante lo que se entiende hoy como una novela histórica, esto es: una ficción a partir de una figura realmente existente, sino ante una novela de ideas, inspirada en este caso por el tercero de los “Pequeños poemas en prosa”, de Charles Baudelaire, el titulado “El confiteor del artista”. En apenas veinte líneas, Baudelaire nos describe el éxtasis que embarga a un artista ante el espectáculo de la visión del cielo y el mar, la pureza de cuya intensa fuerza le empequeñece hasta el agobio." CALVO SERRALLER: "Quimera", El País, 2006

(...)¿Qué es lo que estaba pasando para que, en el confortable mundo contemporáneo, la belleza no mostrase sino su amargo lado oscuro, hasta el punto de que la contemplación desnuda de un paisaje fuera causa de una insoportable creciente angustia? ¿Será acaso porque el arte es ya el único observatorio que le queda al hombre para percatarse de la inabarcable inmensidad de la naturaleza y así tomar conciencia de su propia quimérica ridiculez? Como el mismo Van Gogh, que se seccionó una oreja, el Lucien de “En el cielo” se corta la mano con la que pinta antes de morir. Está claro que los sentidos habían dejado de ser los instrumentos adecuados para un cerebro quizá demasiado ardiente, antes, por lo menos, de que se produjera ese invento llamado pomposamente arte conceptual. Entretanto, la confesión de un artista, su "yo pecador", no iba más allá de lo que escribió Baudelaire como colofón de su pequeño poema en prosa: "El estudio de lo bello es un duelo en el que el artista grita de espanto antes de ser vencido".  CALVO SERRALLER, "Quimera", El Pais, 2006.
OCTAVE  MIRBEAU: “Combats esthétiques. Van Gogh.”
En 1891 Mirbeau ya había escrito diversos artículos sobre artistas en el periódico L'Écho de París. Entre ellos dedicó uno a Van Gogh. De él extraigo el siguiente texto por el acierto con que define la actitud de Van Gogh ante la pintura.