domingo, 27 de julio de 2008

LA ESTAMPA JAPONESA Y SU INFLUENCIA EN LA PINTURA CONTEMPORÁNEA

El contacto con la cultura japonesa, a mediados del siglo XIX (relaciones comerciales entre Japón y Occidente, viajes de numerosos críticos e historiadores por tierras japonesas, La Exposición Universal de París de 1878) puso de moda en Europa las estampas japonesas de los maestros del ukiyo-e (la palabra ukiyo significaba «mundo flotante» en japonés, y el sufijo «e» equivale a «pintura». Estos grabados comenzaron a popularizarse en Japón durante el s.XIX. Representaban escenas cotidianas tratadas informalmente.
MANET: ZOLA En el cuadro se advierte la presencia de una estampa japonesa en la pared del fondo así como un biombo japonés.
VAN GOGH: EL TÍO TANGUY Alrededor de la figura se situan estampas japonesas.








Colores planos, y luminosos, pero a la vez cargados de una frágil belleza, con sus líneas sinuosas, entre lo realista y lo cómico, pero ante todo guiado por un nuevo sentimiento de la verdad, en este podemos encontrar desde la representación de las hojas movidas por una suave brisa de viento, hasta el movimiento de las olas del mar.
HOKUSAI: LA CASCADA Y GRAN OLA













MONET: EL JARDÍN JAPONÉS
Este arte japonés ahondaba en algunos de los elementos que sugería la influencia de la fotografía, ya que los maestros del ukiyo-e se deleitaban plasmando en sus trabajos los sutiles cambio atmosféricos y luminosos que detectaban por efecto del viento o de la lluvia, o los fugaces momentos de cambios de postura o gestos en los personajes.





VAN GOGH: El puente de L'Anglois
Desde el punto de vista plástico, en estas estampas se utilizaban principalmente grandes masas planas de color, con una casi completa ausencia de sombras, una despreocupación por la perspectiva, encuadres asimétricos de las escenas y una gran capacidad de síntesis por parte de los artistas para plasmar los temas.






















sábado, 26 de julio de 2008

MANET-GOYA-MAGRITTE


MAGRITTE: EL BALCÓN DE MANET

viernes, 25 de julio de 2008

MANET: PRECEDENTES E INFLUENCIAS


Las interpretaciones de las culturas antecedentes son formas de aprendizaje y de continuidad, de reconocimiento en el otro, de identificación, de auto actualización y reafirmación. La voluntad y la memoria son los vectores del diálogo con otras generaciones.





 

PRECEDENTES ICONOGRÁFICOS DEL IMPRESIONISMO I


MANET: OLIMPIA. PERMANENCIA Y CAMBIO
TIZIANO: VENUS DE URBINO
Para sus desnudos, como Olimpia, Manet no necesitó diosas ni musas como en el Renacimiento y en el Barroco, sino que representaba el desnudo de una prostituta, una mujer de la vida contemporánea.
“EL DESAYUNO EN LA HIERBA” suscita una agria polémica en el Salón de los Rechazados en 1863 y su “Olimpia” en 1865. El artista rompe con los moldes académicos. Ni la escena ni la técnica contaron con el beneplácito del público ni de la crítica. En primer lugar, era difícil aceptar un desnudo tratado con tanta cotidianeidad, sin dioses ni ninfas de por medio. Hasta el momento la anatomía se dejaba al descubierto bajo el pretexto de narrar un episodio mitológico o bíblico, pero, en esta escena campestre la mujer, que descaradamente mira al observador, parece más una prostituta que una diosa del Olimpo. Y en los hombres, con atuendo de la época, se podía ver reflejado perfectamente cualquier espectador de clase media o alta.
GIORGIONE / TIZIANO: EL CONCIERTO CAMPESTRE
En las escenas mitológicas el desnudo estaba justificado, en una escena cotidiana el desnudo no tiene justificación para el arte académico.

jueves, 24 de julio de 2008

PRECEDENTES ICONOGRÁFICOS DEL IMPRESIONISMO: VELÁZQUEZ - MANET

A lo largo de la Historia, numerosos artistas han recreado su mirada en el estudio de la obra de los creadores ya consagrados.

Ellos han sido, en ocasiones, lugar de referencia. Sus obras les han servido de inspiración o de punto de encuentro actualizándolas, a modo de homenaje.
EL PÍFANO de Manet (1866) evoca la obra de Velázquez, Pablo de Valladolid. Manet sitúa su personaje en un lugar ambiguo, con un fondo neutro, sin referencias espaciales: ni suelo, ni paredes que enmarquen la figura.

En la obra de Velázquez, PABLO DE VALLADOLID (1632-1637), el espacio está sugerido por la sombra que proyecta la figura.

martes, 15 de julio de 2008

"LA CUARTA PARED"

La paradoja más inexplicable de la obra de arte es que parece existir y al mismo tiempo no existir para sí misma; parece que se dirige a un público concreto, histórica y sociológicamente condicionado, pero al mismo tiempo parece como si no hubiera querido tener noción en absoluto de la existencia de un público. La “cuarta pared” de la escena parece tan pronto la premisa más natural como la más arbitraria ficción de la estética. La destrucción de la ilusión por una tesis, por una tendencia moral o por una intención práctica, que, por una parte estropean el disfrute perfecto y completo del arte, llevan, por otra, por primera vez a la auténtica participación del espectador o del lector en la obra de arte, de la que entra a disfrutar íntegramente.
ARNOLD HAUSER: "Historia social de la Literatura y del Arte"

domingo, 13 de julio de 2008

EL ARTE POR EL ARTE

“L’art pour l’art representa el problema más lleno de contradicciones de la estética. Nada expresa tan agudamente la naturaleza dualista e íntimamente dividida de la visión estética. El arte, ¿es su propio fin y objeto, o es solamente un medio para un fin?...La obra de arte ha sido comparada a una ventana a través de la que se puede contemplar la vida sin tener en cuenta la estructura, la transparencia y el color de los cristales de la ventana. Según esta analogía, la obra de arte aparece como un mero instrumento de observación y de conocimiento, esto es, como un cristal o una lente que es en sí indiferente y sólo sirve como un medio para un fin. Pero lo mismo que se puede concentrar la mirada sobre la estructura del cristal de la ventana sin ocuparse del cuadro que se ofrece del otro lado de ella, la obra de arte puede ser considerada también como una estructura formal independiente, como una entidad coherente y significante, completa y perfecta en sí misma, y en la que todo trascender, todo “mirar por la ventana”, perjudica a la comprensión de su coherencia espiritual. El sentido de la obra de arte oscila constantemente entre estos dos aspectos: entre un ser inmanente, separado de la vida y de toda realidad más allá de la obra, y una función determinada por la vida, la sociedad y las necesidades prácticas. Desde el punto de vista de la experiencia estética directa, la autonomía y la autosuficiencia parecen la esencia de la obra de arte, pues sólo en cuanto se separa de la realidad y la sustituye completamente, sólo en cuanto constituye un cosmos total y perfecto en sí es capaz de suscitar una ilusión perfecta. Pero esta ilusión no es en modo alguno el contenido total del arte, y con frecuencia no tiene siquiera participación en el efecto que produce. Las grandes obras de arte renuncian al ilusionismo engañoso de un mundo estético cerrado en si mismo y va más allá de las mismas. Están en relación directa con los grandes problemas vitales de su tiempo y buscan una respuesta a estas preguntas: ¿Cómo se puede hallar un sentido a la vida humana? ¿Cómo podemos nosotros participar de ese sentido? ARNOLD HAUSER: "Historia social de la Literatura y el Arte"