La destrucción de Pompeya, Herculano y Stabias, prósperas y evolucionadas ciudades romanas, fue una de las catástrofes que ensombrecieron el imperio de Tito. En el año 79 d.C. la erupción del Vesubio cubrió estas ciudades, permitiendo que se conservaran bajo la costra de ceniza y lava las pinturas que se realizaban en las paredes de casas y villas.
Son las muestras más importantes de la pintura monumental que tuvo un gran desarrollo; se hacían "pinturas históricas" de igual sentido que el relieve histórico.
El período de más esplendor es el de la época de Augusto.
El manto de la erupción al solidificarse, preservó durante siglos todo ese universo, de un modo perfecto y hasta en sus ínfimos detalles.
Cuando se descubrieron en el siglo XVIII estas ciudades sepultadas en el olvido, los arqueólogos tuvieron a su disposición petrificada y real en todas sus facetas una ciudad imperial del siglo I de la era romana que permitió conocer muchísimos aspectos de la vida cotidiana.
El área arqueológica de Pompeya y Herculano, fue inscrita por la Unesco en la lista del patrimonio mundial en el año 1997.
POMPEYA: VILLA DE LOS MISTERIOS
Era una residencia lujosa y elegante, perfectamente integrada en el paisaje y situada extramuros de la ciudad de Pompeya. Su excelente estado de conservación ha posibilitado la contemplación de sus pinturas mitológicas manteniendo todavía unos vivísimos colores.
Sobre un fondo rojo intenso, varios personajes aparecen en actitudes diversas y enigmáticas. No sabemos muy bien el significado de las distintas escenas, pintadas todas ellas en el salón de la casa. Aparentemente parecen ser los ritos de iniciación de las esposas a los misterios dionisíacos.
FRESCOS MEGALOGRÁFICOS
Llamados así por Vitrubio, se dan en el s. I a.C. y parte del I d.C. Representan personajes de tamaño natural que componen escenas. Pueden aparecer arquitecturas para dar un mayor realismo. No hay muchos, pero sí de una gran calidad.
Destaca "La Villa de los Misterios", en Pompeya, de época de Augusto.
“Al recorrer aquella ciudad de muertos una idea fija me perseguía... Dejar las cosas en el sitio en que están y tal como están; reponer los techos, cielos rasos, entarimados y ventanas para impedir el deterioro de las pinturas de las paredes; levantar el antiguo recinto de la ciudad... ¿No sería este el museo más maravilloso de la tierra? ¡Una ciudad romana conservada por completo, como si sus habitantes acabaran de salir un cuarto de hora antes! Se aprendería mejor la historia doméstica del pueblo romano, y el estado de aquella civilización, dando algunos paseos por Pompeya restaurada, que leyendo las obras de la antigüedad. La Europa entera se apresuraría a trasladarse a aquella ciudad representante de los antiguos tiempos, y los gastos que exigiere la ejecución de este proyecto, serían ampliamente compensados por la afluencia de extranjeros en Nápoles”, escribía CHATEAUBRIAND en su diario tras recorrer, hace dos siglos, las ruinas de Pompeya.
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