domingo, 21 de noviembre de 2010

VALLE-INCLÁN EN IMÁGENES

A lo largo de 2009 y 2010 se presentó una exposición itinerante con más de doscientas imágenes dibujadas de Valle-Inclán, realizadas por diversos artistas desde finales del siglo XIX hasta su fallecimiento en 1936 y publicadas en la prensa periódica y en las revistas ilustradas del momento, que ha permitido apreciar las transformaciones en su aspecto y el especial interés de los artistas por plasmar la efigie del escritor gallego.
Pintores, dibujantes e ilustradores como Picasso, Bagaría, Castelao, Fresno, Cebreiro o Toño Salazar, entre otros, se dedicaron a modelar su imagen original y extravagante a través de numerosas caricaturas y retratos, reflejando los sorprendentes cambios en el aspecto de Valle-Inclán que proyectaban su estética personal y su manera de entender el mundo.

JAVIER SERRANO ALONSO : ´Valle fue un icono de su tiempo, el favorito de los retratistas. "Valle Inclán inventó su propia imagen: crea una figura que sea muy reconocible e identificable para todo el mundo“
(...) -La evolución del aspecto físico del escritor no parece casual ¿inventó su imagen como inventó los personajes de sus novelas? -Si, la imagen de Valle-Inclán la construyó él mismo: crea una figura que sea reconocible, muy reconocible e identificable para todo el mundo y la mantiene prácticamente desde que llega a Madrid en 1895 hasta su muerte, aunque por supuesto hay algunas variaciones no solamente debidas a su edad (el pelo o la barba canosa) sino modificaciones que fundamentalmente consistieron en quitarse la melena modernista que tenía a principios de siglo, se la quita durante un periodo largo de tiempo y la recupera de nuevo en su ancianidad. Pero sus símbolos más identificables, barba y gafas, los mantuvo siempre hasta su muerte.
Fragmentos de una entrevista con Javier Serrano Alonso, comisario de la exposición “Valle-Inclán debuxado”.
                       1897 Cilla, Madrid Cómico, Madrid
Se rapa el pelo en 1910, abandonando la melena que lo había caracterizado como escritor modernista. Su aspecto cambia como lo hace su literatura y las lentes de aro ancho dan paso a gafas más ligeras. Su capa es sustituida por un gabán "como el de todo el mundo" y en adelante los dibujantes de la prensa pasan a retratarlo como un hidalgo de aires aristocráticos y espíritu épico o como un monje siempre concentrado en los misterios del universo.
  1913 Moya del Pino, El Gran Bufón, Madrid
1927 Massaguer, Social, La Habana
                         1925 Maside, El Pueblo Gallego, Vigo
“Éste que veis aquí, de rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba, soy yo: don Ramón del Valle-Inclán.
Estuvo el comienzo de mi vida lleno de riesgos y azares. Fui hermano converso en un monasterio de cartujos y soldado en tierras de Nueva España. Una vida como la de aquellos segundones hidalgos que se engancharon en los tercios de Italia por buscar lances de amor, de espada y de fortuna (...)
Hoy marchitas ya las juveniles flores y moribundos todos los entusiasmos, divierto penas y desengaños comentando las memorias amables, que empezó a escribir en la emigración mi noble tío el marqués de Bradomín (...) Todos los años, el día de difuntos, mando decir misas por el alma de aquel gran señor, que era feo, católico y sentimental. Cabalmente yo también lo soy y esta semejanza todavía le hace más caro a mi corazón (...)”
Así se presentaba Valle-Inclán en 1903 en las páginas de la revista Alma Española.
Ramon de Valle-Inclan. 1921. Conrado W. Massaguer
"Mirar una cosa y verla son dos temas muy distintos: no se ve algo hasta que se ha comprendido su belleza". Valle-Inclán, que a lo largo de su vida mudó tanto de militancias y paradigmas, fue permanentemente fiel a sus ideas sobre la estética y por tanto pocos años infiel a su melena leonina y jamás a sus barbas. Supo pronto que su aspecto extravagante, casi tanto como su literatura, contribuiría a reforzar su fama de escritor excéntrico y genial. Esta preocupación por lo estético, por la imagen ya sea personal o la de los libros (otra de sus grandes preocupaciones fue la de editar obras hermosas que fuesen objetos de arte en si mismos) sería una constante a lo largo de su vida.
"La ética es lo fundamental de la estética". Con esta frase resumió Valle Inclán su preocupación por la imagen personal (fue un recreador de su biografía, inventando lugares de nacimiento, episodios más o menos fantásticos de su vida y hasta utilizó varias firmas) pero especialmente la imagen de sus libros. S.R.-Pontevedra. laopinióncoruña.es
Era delgado, de mediana estatura, con cara de Cristo bizantino y melena que un escritor definiría en 1897 como "merovingia, que abundosa y desbordada cae sobre los hombros, con enorme sombrero de gaucho paraguayo". Los cuellos inverosímiles contribuirían a redondear esa imagen imposible que retratan ya en los primeros años del siglo XX autores como Picasso.  
1922 Ernesto García Cabral, Buen Humor, Madrid
...pinta a Valle-Inclán
Ilustraciones en la obra de Valle-Inclán
Valle-Inclán fue su propio editor: encargaba el papel, buscaba ilustradores, imprimía y finalmente vendía la obra a libreros o casas editoriales que se encargaban de su distribución. Si bien fue norma entre sus contemporáneos el hecho de sufragarse sus primeras producciones, el caso de Valle-Inclán es excepcional, pues continuó toda la vida siendo su propio editor, a lo que se debe añadir su concepto del libro como un objeto artístico, no como un mero soporte.





   "Flor de santidad", 1920





domingo, 14 de noviembre de 2010

HENRI VINCENOT: "LAS ESTRELLAS DE COMPOSTELA"

"O Curioso Impertinente", me envía una atractiva sugerencia. 
Dejo a continuación  sus palabras y un párrafo de la novela que me remite:            
Como somentes lle queda un mes a este ano xacobeo, aproveito para achegar a "Imágenes y palabras" esta obriña sobre o camiño de Santiago. Na novela asistimos ó deambular, de Bretaña a Santiago de Compostela, dunha cadrilla de constructores de catedrais responsables do trazado das novas plantas de igrexas e abadías e da creación de naves e bóvedas innovadoras, seguindo os criterios de edificación e as solucións formais de Bernardo de Claraval, auténtico inspirador da arquitectura cistercense:
"A igrexia que aquí lles ofrecían era, pola contra, do tipo máis sinxelo e máis desnudo. -E aposto a que os capiteis estarán espidos coma cús de vasos -dixo con desdén un deles.
-Unha folla de acedeira en cada esquina do ábaco e chega. -dixo outro.
-¿Unha folla de acedeira? -bromeou un terceiro-, ¿queres rirte? Para os monxes brancos unha folla de acedeira é unha orxía.
Todos riron."
Fronte ós excesos de Cluny, a austeridade do Císter: o despoxamento estatuario, a querencia polos espacios espidos, o paso das construccións en madeira ás de pedra, etc, que supoñen a transición da arquitectura románica á arquitectura gótica.  
Intradós, sublime proporción ou número áureo son términos que asoman con frecuencia nestas páxinas."
Na cuberta, unha miniatura do século XIII que provén da Bibliothèque Nationale de París.


        Rosetón de Chartres


Los constructores de catedrales
Ochenta catedrales, varios centenares de iglesias imponentes y millares de pequeños santuarios locales: tal es el balance de lo realizado por los constructores que trabajaron en las canterías de la Edad Media entre los s.XI y XIV.
El templo cristiano era el núcleo espiritual y social de la ciudad. En él se rezaba, se enseñaba y se santificaban las fiestas. La edificación de una catedral tradujo la voluntad de reunir a los cristianos, al mismo tiempo que la devoción, y también cierta ansia de prestigio.La construcción estaba reservada a especialistas altamente cualificados, reunidos en cofradías cuyas tradiciones iniciáticas y técnicas se remontaban el Antiguo Oriente. La existencia de las canterías y el nacimiento del las catedrales, que se extendió sobre todo el Occidente, fueron el fruto de una estrecha asociación entre los obispos, los canónigos y los maestros de obra.
En los tajos reinaba una rigurosa jerarquía, que iba desde el arquitecto al peón. Este último no formaba parte de la comunidad de los constructores propiamente dicha, que no comprendía más que oficios enseñados por maestros: talladores de piedra, escultores, diseñadores, carpinteros y vidrieros. En las logias construidas a pie de obra aprendían el arte y compartían la comida.
Multitud de miniaturas, grabados y esculturas representan a los artesanos entregados al trabajo. Algunos documentos les fueron, además, consagrados especialmente, como el admirable cuaderno de croquis del maestro de obra Villard de Honnecourt, en el que se revelan los principios del arte del trazado, así como los medios técnicos utilizados, tales como los aparatos de elevación y las máquinas hidráulicas. (Fuente: PLANETA SEDNA)

Guillaume de Tyr, Histoire d'Outremer. Reconstrucción del templo de Jerusalem. siglo XV (BNF)

Construccion de Saint Denis
JEAN FOUQUET: Grabado sobre la construcción del templo de Jerusalem
GUILLAUME CRETIN. CRÓNICAS FRANCESAS.Construction de Saint-Jaques de Compostelle. SIGLO XVI (BNF)
Los talleres itinerantes
Equipos de canteros especializados en la construcción de recias iglesias y monasterios, se desplazan por la Cristiandad aportando soluciones técnicas y constructivas que mejorarán la calidad arquitectónica de los edificios. Estos talleres van extendiendo los logros técnicos a través del Camino de Santiago, dando unidad estilística al arte medieval. Sobre esta base común se superponen signos de identidad regionales. 
Sus marcas, verdaderos signos de identidad corporativa, han quedado en los sillares que conforman los muros.
Las marcas de los canteros
Los signos lapidarios que aparecen en los sillares de los edificios están íntimamente ligados a las logias de los canteros medievales. Los especialistas todavía no se han puesto de acuerdo sobre cuál podía ser su finalidad. Para algunos eran simplemente marcas que responsabilizaran a los artesanos en el cumplimiento de su trabajo y en el cobro de su salario, en cambio para otros serían signos relacionados con la astrología, la alquimia o la magia, o incluso pertenecientes a viejos alfabetos masónicos que pueden observarse en antiguos edificios egipcios, romanos y griegos.
Henry Vincenot, autor de la novela
Nacido en Dijon en 1912, Henry Vincenot fue considerado uno de los más grandes escritores identitarios del siglo pasado. Hombre de letras, pintor y escultor, que encarnó su identidad en la vida cotidiana, y supo transmitirlo en sus creaciones artísticas y literarias.
Escritor combativo, su literatura está profundamente marcada por su compromiso con su Borgoña natal. Henry Vincenot siempre estuvo dispuesto a defender el patrimonio de su región, su país y de Europa frente a un mundo desencantado, individualista, materialista y mercantil. Murió el 21 de noviembre 1985 en Dijon.
Sus personajes, a menudo truculentos, hablan un lenguaje fuertemente impregnado de un dialecto que, según Vincenot, deriva con claridad del céltico.
Henri Vincenot canta la civilización lenta, una manera de vivir anterior al ferrocarril y al automóvil.
Pero también es Bretaña, donde permaneció en 1927, en Pordic por razones de salud, lo que le llevó al celtismo y el celtismo lo hizo regresar a Bretaña. En sus escritos, habla y pone en valor las antiguas prácticas paganas, celtas, mostrando aquellas que están integradas en la cultura popular católica.
Entre sus obras dedica una al Camino de Santiago, "Estrellas de Compostela“, estrellas que conducen a un joven borgoñón del siglo XIII a penetrar en los secretos de las misteriosas aventuras de los constructores de catedrales.