lunes, 22 de agosto de 2016

GAUGUIN II: DE PARÍS A LOS MARES DEL SUR

"Nafea faa ipoipo" ("¿Cuándo te casas?"), 1892




La verdadera obsesión de Gauguin es ir más allá de cualquier convencionalismo artístico y social y, para ello, decide dar el primer paso hacia una aventura que marcará el arte del siglo XX: su marcha a Panamá y las Antillas francesas, instalándose en Martinica, en el año 1887, donde aparecen sus primeras propuestas marcadas por el indigenismo.



"Al borde del mar",  1887

En 1891, viaja a Tahití, isla que imagina paradisíaca y primitiva. Allí realiza sus famosos cuadros sobre temática indígena. El artista desea "vivir allí el éxtasis, la calma y el arte". Sus dificultades financieras, sus preocupaciones estéticas muy baudelairianas, de "invitación al viaje“, lo empujan hacia la lejanía para escapar a "esta lucha europea por el dinero", para ser  "libre al fin". 
"Orana María" (Ave María), 1891
 "Tahitianas con flores rojas",  1892
Gauguin sale de París el 28 de junio y el 3 de julio se embarca en Marsella rumbo al Océano Pacífico. Confiará obras suyas a Charles Morice, Daniel de Monfried y Ambroise Vollard, con los cuales mantendrá una intensa relación epistolar. Ellos constituirán sus únicos lazos con Francia.

En 1897, Gauguin recibió el duro golpe al saber que su hija Aline de veinte años había muerto por una neumonía. Su salud empeoró y al no marchar bien las ventas en Francia toma la decisión de quitarse la vida. Así lo expresa en una carta escrita a Daniel de Monfreid en 1898.
Gauguin se refería a su obra "¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?“ que debía ser la coronación de su vida artística y resultó ser un comienzo, una visión hacia la simplicidad y hacia una enorme libertad, la simbiosis perfecta entre unas fuerzas místicas llegadas desde la noche de los tiempos, y la cultura y pintura occidentales. La obra, que es su testamento artístico y espiritual, se puede interpretar como una metáfora de la vida, desde la infancia hasta la vejez, pero también como una meditación sobre su sentido, una contraposición entre naturaleza y razón, representada por las dos mujeres en actitud pensativa.
“Dos tahitianas con flores de mango”, 1899
De las imágenes más bellas entre las pintadas por Gauguin durante su estancia en Tahití. Hay un protagonismo absoluto de las figuras femeninas que ocupan la mayor parte del cuadro. Sus rostros están perfectamente dibujados. 
Las figuras no resultan tan planas como otras de esta etapa: la mano que sujeta la bandeja está en escorzo, al igual que la cabeza de la joven de la derecha. 
Predominan los trazos curvos y las actitudes relajadas que reflejan felicidad.
Fondo a base de manchas que pierden su referencia espacial (abstracción).
"Maternidad", 1899

Gauguin se estableció en las Islas Marquesas en agosto de 1901, en el remoto pueblo de AtuonaHiva Hoa, donde construyó su "Casa del Placer", decorada con sus tallas de madera y pinturas. La falta de dinero y la mala salud se agrava por un conflicto permanente con las autoridades, desde la policía hasta el obispo. En medio de estas preocupaciones que lo debilitaron gradualmente, pintó sus últimas obras maestras, Cuentos bárbaros.
"Cuentos bárbaros", 1902

"Mujer con abanico", 1902
“He intentado luchar contra todos los grupos que se erigen como dogmas en cada época. ¿Cuándo entenderán los hombres el sentido de la palabra libertad?”
Gauguin percibe como algo moralmente sano y puro lo que el hombre civilizado llama despectivamente "bárbaro" y "salvaje“. Por eso siempre escapó, primero en Bretaña, y luego a Martinica, Tahití, las Islas Marquesas. Antes que Pablo Picasso y André Derain descubrieran el arte africano, Gauguin encontró su inspiración en el «arte negro» y las artes primitivas.


"Jinetes en la playa", 1902

GAUGUIN I: PARÍS, BRETAÑA, ARLÉS

Autorretrato. París 1894



Gauguin siente la necesidad de unir vida y arte. Rechaza la cultura de Occidente y abandona París en busca de lugares no contaminados por la civilización. Valora las tendencias artísticas primitivas, lejanas al academicismo. Las considera más auténticas.  Sus obras están impregnadas de una gran carga emocional y simbólica.






Durante sus primeros años, en París, su obra sigue los parámetros del Impresionismo con dos líneas de influencia: Pissarro, en los paisajes y Dégas en los cuadros de interior.

Pero en 1886 Gauguin abandona París y se instala en un pueblo de BRETAÑA llamado PONT-AVEN. La decisión no es casual: intenta escapar del encorsetamiento burgués y buscando la pureza y lo primitivo del arte, que según él, está en la Bretaña francesa. Ese mismo año se había publicado "Un voyage en Bretagne", donde Flaubert y Du Camp elogian en los habitantes de la región un ejemplo de la forma humana en su libertad originaria, tal como fue creada en el primer día del mundo. 

Allí trabaja con jóvenes artistas que ya le admiran, como Charles Laval (con quien irá en 1887 a Panamá y Martinica) y Emile Bernard. Aquí comenzará a librarse de las ataduras del Impresionismo y orientará su obra hacia un estilo mucho más libre.



Durante el verano de 1886 parte para una estancia de varios meses en la Bretaña francesa, estableciéndose en Pont-Aven. La decisión no es casual: intenta escapar del encorsetamiento burgués y buscando la pureza y lo primitivo del arte, que según él, está en la Bretaña francesa. Ese mismo año se había publicado "Un voyage en Bretagne", donde Flaubert y Du Camp elogian en los habitantes de la región un ejemplo de la forma humana en su libertad originaria, tal como fue creada en el primer día del mundo. Gauguin necesita encontrar una tierra salvaje y misteriosa de la cual obtener nuevas fuentes de inspiración. Siempre mantuvo sus ideas de libertad e independencia en la pintura, siendo sus búsquedas insaciables, y esto es lo que se valora como fundamento del arte moderno.




































En 1854, durante el llamado período Meiji, Japón abre sus puertas al mundo y un torrente de exposiciones, galerías y revistas difunden por todo el contexto europeo las bellas estampas niponas del Ukiyo-e, pinturas del mundo flotante, amable y cotidiano, mucho más delicadas que sus contemporáneas occidentales. Ese género de grabados, producidos en Japón entre los siglos XVIII y XX, supusieron una auténtica revelación para los artistas europeos del XIX, siendo una de las bases sobre las que se levantan las nuevas corrientes artísticas impresionistas y postimpresionistas y hasta el Art Nouveau; todas beberán de las fuentes niponas para la configuración de su nuevo lenguaje.
“Amo la Bretaña. Encuentro en ella lo rústico, lo primitivo. Cuando mis zuecos de madera retumban sobre este suelo de granito, escucho el tono sordo, monótono y vigoroso que trato de lograr en la pintura. 
”He roto los grilletes al realismo, el verdadero arte es la abstracción" 




(…) “Cuando llegué a Arlés, Vincent se buscaba a sí mismo, mientras que yo, mucho más viejo, era un hombre hecho. A Vincent le debo, además de la conciencia de haberle sido útil, la consolidación de mis ideas pictóricas anteriores, y luego, en los momentos difíciles, el poder acordarme de que existe alguien más desgraciado que uno mismo.”    
"El Cristo amarillo", 1889
Tras una breve estancia en Arlés regresa a Bretaña en 1889, al aislado pueblo de Le Pouldu. Realiza una de sus obras más significativas, "El Cristo amarillo", en la que se ponen en evidencia los rasgos del primitivismo, del sintetismo bretón de Gauguin. 























"La bella Angèle", 1889

"Campesinas bretonas", 1894

"El violonchelista", 1894






















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