"Hay una lentísima fuga de la luz que va resbalando por las hojas del membrillero, y al pie del árbol, como un cazador, está Antonio López con un lienzo en el caballete que parece una trampa tendida para atraparla. Esa luz es otro río de Heráclito, en la cual nadie podría bañarse nunca dos veces. Ella fluyendo transforma la sustancia de todos los seres, y el tiempo no es sino la copa de cristal donde la luz se teje y se desteje siempre a sí misma. Intentar captarla en el lienzo es el trabajo imposible de este pintor que en la película convierte su propia impotencia en una obra de arte. Es una tarde de otoño, y los membrillos ya están dorados..." Manuel Vicent, El País, 24 de enero de 1993
El cineasta Víctor Erice y el pintor Antonio López hablan de 'El sol del membrillo', la película documental que recoge el proceso creador del artista que recibió el Premio Especial de Jurado en el Festival de Cannes en 1992. Reportaje emitido en el programa "Días de cine" el 7 de junio de 1992. El proceso creativo El director de cine Víctor Erice filmó en 1992 "El sol del membrillo" En este film se recoge el proceso creativo del artista mientras pinta un membrillero del patio de su casa en plena maduración de sus frutos. El jardín se convierte en su estudio. "Especie de diario elaborado a partir de la captación directa de los hechos (todas las personas que aparecen en las imágenes se representan a sí mismas, y lo que dicen les pertenece), El sol del membrillo trata, más bien, de buscar una relación menos evidente entre la pintura y el cine, observados ambos en lo que tienen de instrumento de captura de lo real; es decir, como formas distintas de llegar al conocimiento de una posible verdad. A lo largo de este siglo, los pintores y los cineastas no han dejado de observarse, quizás porque han tenido, y siguen teniendo, más de un sueño en común -entre otros, capturar la luz-, pero, sobre todo, porque su trabajo obedece, como señaló André Bazin, a un mismo impulso mítico: la necesidad original de superar el tiempo mediante la perennidad de la forma; el deseo, totalmente psicológico, de reemplazar el mundo exterior por su doble." Víctor Erice |
"Hay un espléndido azar, uno de esos días ponen en la televisión la película que hizo Víctor Erice en casa de Antonio López García, El sol del membrillo: a la cosecha de membrillos tangibles que nosotros hemos recogido se unen los membrillos quiméricos que pintaba y dibujaba Antonio López, y los que retrataba en el cine, con su abrumadora y misteriosa maestría, ese ermitaño o robinsón de las películas que es Víctor Erice. El trabajo de cualquiera de los dos tiene la virtud de revelar la parte de prodigio secreto que hay en las cosas, el doble enigma de su perduración y su fugacidad. Da igual que el ámbito de la pintura sea el espacio, y que el del cine sea el tiempo: en un cuadro o en una escultura de Antonio López García, los lugares, los objetos y las presencias humanas parecen detenidos en una lejanía temporal que es la misma que se adhiere como un óxido a las fotografías desde el mismo instante en que son tomadas; cada plano de una película de Víctor Erice contiene la emoción de lo que está sucediendo y la melancolía de lo recordado, pero también ha sido calculado como una estática composición visual, sólo que con tal refinamiento que siempre da una impresión de naturalidad y de azar, como esos cuadros en los que las figuras parecen haberse detenido al irrumpir nosotros y mirarlas.
(...)"Es rara la poca atención con que la mayor parte de los artistas han mirado la realidad a lo largo de los siglos", decía esa noche Antonio López: nombró unas pocas excepciones, los artistas asirios, Velázquez, Vermeer de Delft. En un momento de la película, sé ve a María Moreno inclinada sobre una plancha de grabado, bajo la luz de un flexo, y se adivina en ese plano, como en una transparencia, el ensimismamiento de la bordadora de Vermeer, la hermosa quietud de quien está poniendo los cinco sentidos en hacer algo.Antonio Muñoz Molina, El País Semanal, 5 de diciembre de 1999